"Que aún me guste enredarme en mis enredos
por el simple hecho
de alimentar al león que es mi tristeza
para que no se despierte rabioso de hambre
me parece algo tierno."
(Elvira Sastre)
Últimamente no dejo de tener incontinencia verbal. Me rebosan las palabras como las piscinas en verano.
Eso me pasa cuando me contengo durante demasiado tiempo.
La inercia del autocontrol que ha sido durante tanto tiempo y ya no es me cuesta tanto como me costaba antes no llevar en una mano el corazón y en la otra las llaves del coche ante cualquiera que me preguntara como estaba.
Y jugar con la adrenalina de no saber ni yo misma cual sacaría en cada momento.
Es alucinante esto de irme conociendo.
Y me sorprende cada día más el hecho de que no me sorprenda que me guste descubrirme alguna cicatriz y ponerla sobre la mesa como carta de presentación. Pero no con cualquiera. No me subestimes todavía.
No hablo de empezar defraudando para no generar ninguna expectativa, ya no, sino de todo eso de sentirse frágil pero irrompible, que es más verdad que cualquier libro de Coelho de esos que leías antes de conocer a los personajes de John Fante.
Y de sentirte aún más perdedor que ellos.
Hoy me apetecía prender la luz para confesar algo:
Ahora mismo hay cosas por las que pagaría mucho más de lo que valen:
La primera cerveza de octubre en la orilla de la calma. Porque cuando necesito huir no encuentro mejor sitio que ése, que siempre ha sido mi única casa.
Repetir en bucle mi canción favorita mientras vuelvo a contemplar la puesta de sol en el Republica de El Nido, en Palawan.
Y preguntarle si se considera demasiado inteligente al subestimar la paciencia y el tacto que estoy teniendo al decir las cosas.
Y mis silencios, claro.
Al final acabaré repitiendo todo eso de vomitar en diferido aquello que no habría sido tachado de cobarde en directo.
Aunque me gusta tanto contradecirme que igual esta vez al decirle a verdad no le miento.
"Make the scene and make me stronger..."