El fin de este blog nunca fue contar un cuento, pero parece que camina inexorablemente hacia esa dirección, la de contar mis historias, que no son más que eso, cuentos. ¿Quien no ha contado alguna vez una historia? Siempre lo haces a tu manera, destiñendo la objetividad en diferentes tonalidades de gris (y el gris no es un color, es una duda), bien porque así sucede en tu película particular, bien por el puro placer de jugar.
Todos jugamos. Y a todos nos gusta jugar. Sobretodo si hablamos de ese sentimiento tan sobrevalorado con el que te llenas la boca a diario como es el amor. Sabina nos retrata perfectamente en sus canciones. Él sí que sabe atraparte con su número de magia, haciendo volar a las putas y volviendo héroes a los ladrones.
También yo sé jugar; de este circo soy la trapecista principal, y mantengo el equilibrio increiblemente bien, llevo años entrenando con Los Piratas. Aunque cada vez que vienes me convences...
Hoy jugaré a poner la mitad de las cartas boca arriba. O quizá me disfrace de hipocresía porque me siento débil y escéptica. Habrá que adivinar.
Las mentiras piadosas ya no son las únicas armas; tenemos muchas más, la autocomplacencia, el orgullo, la nostalgia, melancolía, el amor, el desamor,....son los disfraces más sencillos y efectivos antes de salir a escena. Lo demás viene rodado, el público se contagia del perfume predominante; los extraños te usan, y hacen suyas tus historias, y los no tan extraños creen verse reflejados en ellas, con el egocentrismo de la confianza.
Así que, a ti que me lees, utilizame, exprimeme hasta la ultima gota de sangre que me quede, y no dudes en clavarme el dardo punzante de tu pluma, aunque duela.
Pero cuidado, porque, recuerda, puede que esto no sea más que un circo y lo único que pretendo es llamar tu atención y que me beneficies con tus palabras.