sábado, 22 de marzo de 2014

La dictadura de la primavera

"...eras tú,
cada día,
frotando el óxido de la utopía..."


Ya está aquí. Y ha decidido llegar arrasando de puntillas, como un huracán tranquilo, casi sin que nos diéramos cuenta nos ha estallado en la cara. Y a algunos nos sienta muy pero que muy bien. 
Travis pone flores en las ventanas, Coldplay la magia y yo, como siempre, música en tus venas. 



Cambios de tiempo y tiempos de cambio. Nudos de estómago que se arreglan desatando palabras.
Me gusta pensar en la idea de robar sueños cumpliéndolos. Por algo me declaro estrella fugaz. 

También en lo posible que es a veces profundizar rozando sólo la superficie.  Esta vez no hablo de una contradicción de las mías, o quizá sí. Hay contradicciones tan perfectas en si mismas que al final siempre acabo escribiendo sobre lo que me cuesta no llevarme la contraria.

Imagínate en la proa de un barco, cualquier tarde de cualquier mes de tu próximo verano. Hace calor, estás muy lejos de la orilla y tocas el agua que conoces o crees conocer con la yema de los dedos. Primero muy suavemente, tan solo un leve roce. Después, la inercia te lleva a meter la mano entera.
Ya está. Ahí tienes la sensación.
Sabes que estás lejísimos, a años luz del fondo, eres consciente de la inmensidad que hay a tus pies pero notas el agradable frío en todos los poros de la piel. 

Es algo parecido al sabor que dejan algunas conversaciones, algunas personas. Que pretenden ser intrascendentes y quedarse en lo superficial pero sin querer, ni querer evitarlo, hacen que acabes mojándote y hablando precisamente de lo que más te cuesta. Y aunque sabes que no lo has dicho todo, que simplemente has dejado un par de esbozos esquemáticos, te queda una sensación de entumecimiento extraño que desemboca, como no puede ser de otra manera, en sonrisa.

Profundizar en la superficie. Me gusta la idea aunque siguen jugando al escondite conmigo las palabras. 

Hoy decido quedarme naufragando entre estrofas, sin la necesidad de contar mi vida porque estoy en ella. 
Y claro que puedes contar conmigo, el faro está encendido, seguimos prendiendo la luz y ayudando a esquivar arrecifes.

Pero te recuerdo que no freno, sigo mi camino, que esta vez no acaba en el puerto.
Y que todo lo demás no importa.




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