martes, 27 de mayo de 2014

Hoy, nosotros.

"Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser 
ridículas.

Pero, al fin y al cabo,
solo los seres que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículos."


Pessoa lo refleja perfectamente en este poema. Hay sentimientos que desbordan, que nos vuelven valientes y osados, que se exhiben en la cara sin ningún pudor, y todo el mundo se da cuenta. Nos provocan una sonrisa perenne de oreja a oreja y nos llevan a hacer tonterías, a subir un par de tonos, a enlazar nombres con equis de por medio y en definitiva, nos hacen sentir como niños en días de Reyes. No se pueden esconder. No se quieren esconder.
Y no podemos evitarlo, los sentimientos se nos escurren entre los dedos como cuando bebemos agua con las manos, desprendemos felicidad por todos los poros de la piel, que es realmente la que grita a los cuatro vientos las ganas de tener ganas, el querer querer....y quien no sonríe, ni se alegra, o no es capaz de contagiarse de esa alegría exultante debería preguntarse como de vivo está, y si no es él el ridículo. 

Últimamente siento como si hubiera vuelto a preescolar y no dejo de jugar a pintar con tiza cuadros de paisajes en el suelo.Llegas tú y nos metemos dentro. Se para el mundo cuando mis brazos encuentran los tuyos y repetimos esas noches que no se pueden repetir. 

Mirando siempre hacia delante, desde esa línea imaginaria que dibujamos virtualmente una noche en la arena, mientras paseábamos por la playa de la mano, bajo el tímido sol de un otoño que aún está por escribir.
Tú encendías el tocadiscos para que sonaran David Gray y The Swell Season y yo sacaba las fotografías a contraluz de esas gaviotas que nos espiaban cómplices. Que fácil resulta a veces ser feliz.



Y sin dejar de mirar hacia delante, hoy tengo ganas de hacerle un guiño al pasado. Que no es lo mismo que retroceder.
Este borrador llevaba semanas en el escritorio, esperando el momento. Pero las sensaciones han devorado el tiempo y las palabras parecen insuficientes para contenerlas.

Ha pasado poco y mucho según se mire en estos casi dos meses, desde ese primer mensaje, desde esas noches de 11 a 3, de jugar a conocerse con preguntas y respuestas, sinceras y correctas, de coincidencias que provocaban risas y un poco de miedo...de muchos pensamientos entre paréntesis que rebasaban los márgenes de lo políticamente correcto y empezaban a hablar de caminos recorridos, de miedos personales, de Historia y de historias, de retos, de sueños, de deseos...de esos nervios compartidos ante una noche que superó todas las expectativas de quien ya creía, ya quería, pero no sabía si atreverse.

Hoy me siento en la ventana y enciendo un cigarrillo recordando ese momento.
Me pasé el día planeando aquel encuentro, con la certeza de quien sabe que va a dar un paso trascendental, sin saber bien hacia donde, pero trascendental. Con las mariposas revoloteando durante horas en el estómago, buscando las frases perfectas, la actitud cercana pero indiferente que te hiciera querer repetir, porque sabía que iba a querer repetir antes de encontrarme contigo.
Seis segundos bastaron para desmontarme por completo. Una mirada azul que me inundó al cruzarse con la mía, al sostenerla.  Un "Hola, siento llegar tarde". Una sonrisa.
Tocada y rendida.

Después, cervezas, risas, confidencias y mi subconsciente traidor poniendo cada vez más cartas boca arriba. Todo lo que la cabeza no se atrevía a decir los ojos lo gritaban.
Un "te acompaño a casa"caminando al mismo paso y una declaración de intenciones veladas como confirmación de todas las coincidencias previas. Una coincidencia más. La coincidencia. Mi coincidencia preferida.

 "Quiero que me quieras volver a ver".

Y ahí, justo en ese momento, el corazón cogió las riendas y empezamos a entendernos en ese código de abrazos, besos y miradas que sólo nosotros conocemos y que es el único capaz de expresar ese vendaval de sentimientos que me invade cuando te tengo enfrente.
Que hoy, casi dos meses después, no ha hecho otra cosa que crecer.

 Ahora sé que escribo sobre ti desde hace mucho, incluso desde antes de conocerte.

Ahora, que han vuelto los días de Héroes y las noches de Piratas debes saber que eres la certeza más absoluta de que hay sueños que se convierten en realidad, de que se puede tocar el cielo con las manos.
Que cada día le das la vuelta a la frustración siendo la cara B de todas mis heridas, la confirmación de que había que sufrir, había que aprender, había que abrir la ventana y esperar a que llegara alguien que fuera capaz de asomarse del todo, de verlo todo.
De desnudarme por dentro.

Ahora has de saber, que una canción me trajo hasta aquí y ahora todas se pelean por colarse en esta historia, que todas me hablan de ti.
Que día a día me sigo perdiendo en tu mirada inabarcable, en la que perderse es encontrarse con todo lo vivido y lo que se quiere vivir. Sin  miedo a prometer ni comprometer.
Que mi cuerpo está hecho a la medida de tus manos, unas manos que encajan perfectamente con las mías que ya no están vacías.
Que cuando escribo que me veo capaz de todo si es contigo es porque hasta en esos días en los que más pequeña me siento, en los que me da vértigo el mundo y creo no merecer nada ya no tengo la necesidad de esconderme en mí, porque sé que estás ahí, que encenderás la luz de tu faro y me llevarás a casa que es tu abrazo.
Siempre ha sido tu abrazo.


Ahora que ya sabes que quiero ser de mayor, ¿quieres hacerte mayor conmigo?











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