"(...)Miro de lejos las llamas
mientras hago de la velocidad una forma de vida.
Ya pararemos cuando la gasolina se acabe, de momento sigue pisándole.
A fondo.
A ver si lo tocas
Me produce ternura la ingenuidad de las señales de stop.
Aunque puede que sea peor lo mio:
confundí estrellas fugaces con semáforos en ámbar
y claro, los deseos se me pusieron en rojo.
Y yo creyendo que era por tus labios...
(...)
Tengo un cuarto lleno de desórdenes
porque nunca se me dio demasiado bien lo de la obediencia.
En esta resaca he aprendido a mojarme los pìes sin tener que cruzar el río,
ahora lo corriente pasa pero yo me quedo,
con mi par de guijarros y mis vaqueros sucios
y una afónica de traviesos en la sonrisa
y mis pintas de cigarro consumido
sentado al borde de esta alcantarilla.
En el palacio de invierno la mascarada sigue llorando
su difunta ilusión de refugio.
Como pesa la levedad de unos labios
cuando se estrella contra otros.
Labios.
Libremos a la luna de nuestra mierda
y a las putas de nuestro precio.
La tristeza tiene un punto,sí,
de sutura,
y también de ebullición
si la sacas a bailar sobre el fuego."
(Escandar Algeet)
Pertenecer
ser miembro de una tribu
un club de fútbol
o una asociación de vecinos
en la que no sea siempre el raro
el sospechoso.
Inaugurar rituales del afecto que sobrevivan sin oxígeno
plantas que florezcan aunque no las riegue
un ordenador portátil que me preste su memoria
una piel ajena que no acabe por sobrarme.
Algo
alguien
mas que yo
a quien odiar los domingos por la tarde.
Este vacío está repleto
es un ascensor que avanza de costado
un tren submarino
un avión recorriendo la carretera secundaria
por la que hago autosop
con las manos en el bolsillo
para maldecir sin ganas
a los coches que no paran
que no adivinan donde quiero ir
para ignorar a los que se detienen
y me ofrecen un viaje hacia el pueblo
que ya no me interesa visitar.
Solo.
Porque no aprendí
a pertenecer del todo a nadie
y siempre me pareció una cursilada
el asunto del zorro y del principito.
Puede que muera solo
pero eso de dejarse domesticar
como requisito para ser querido
me sigue sonando a trueque
en el que alguien pierde
y casi nunca soy yo.
(...)
Cuando te vayas
cierra la puerta al salir
querida.
Soy inmortal pero a veces lo olvido
y tú me lo recuerdas
cuando es demasiado tarde.(...)
(Carlos Salem)
El sábado no estábamos para poesías, demasiada autodestrucción en cadena para encima conducir. Pero quien sí que estuvo en La Puerta Falsa se acordó de mi y me hizo este regalo que dos días después he abierto rompiendo el papel metafórico y el altavoz como la niña caprichosa en la que me convierto a veces, cuando se me olvida que no todas las noches puede ser seis de enero. Demasiado fácil para una chica difícil. Ya te guiñaré un verso que te saque los colores cuando te pases y se me pase eso que digo que ni tengo ni he conocido.
A vosotras, gracias.
Nos merecemos más de un rato. Pronto apareceré para añadir canciones a la playlist de vuestro coche.
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