Este febrero me está calando hasta los huesos. Es imposible detener el paso del tiempo. Nisiquiera tenemos fotos para atesorar momentos, y la memoria poco a poco va fallando, difuminándose los escenarios de las viejas batallas. Esta no es mi ciudad, me la han cambiado.
Después de un domingo por la tarde aqui una se da cuenta de todo. Amadeus se convirtió en un antro cualquiera, ha desaparecido esa mesa que siempre estaba reservada, igual que ha desaparecido la hoguera que hacían nuestras manos por debajo; Brother's ya no existe, Príncipe se ha hecho un lifting y La Calle se fue al Registro Civil para cambiarse el nombre y meterse de lleno en Europa, si hasta se han traído a una doble de Raffaella Carrá para intentar convencernos de que si quieres hacer bien el amor tienes que venirte para acá.
Seguro que ya no se apaga la luz impulsivamente en tu porton (aunque a mi me sigan temblando las rodillas al recordarlo).
Se ha llenado todo de gente extraña.Ya no parece un cementerio, como antes, cuando con treinta al punto te atrevías a echarme un órdago al juego. Y encima ganabas.
Y es curioso ver como todos se han olvidado de esos cafés interminables en Local, de las tardes en la barra de La Bisagra bebiendo Blue Tropic con granadina, y de las noches de Cartagonova y Quijote.
Era divertido jugar a la vida entonces, y era mucho mejor la banda sonora. Aunque hay que sacar algo positivo de todo, y tú sigues aquí, conmigo, recorriendo la ciudad, y así los años no pesan, sino que se convierten en una bonita pelicula que ver algunas tardes de domingo.
2 comentarios:
El tiempo no se puede detener. Ni unas fotos pueden hacerlo pero si pueden grabarse en la memoria.
Yo odiaba los domingos pero siempre hay alguien que te los pinta de otro color.
Un beso.
Los domingos son el peor día de la semana, sobretodo cuando estamos melancólicos o tristones, pero siempre he pensado que lo mejor está aun por llegar.
Un beso
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